Educación sexual: ¿Una asignatura pendiente?

Por Karla Neira Flores
Docente Carrera de Psicología
Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades
Universidad Autónoma de Chile, Sede Temuco

Hablar de educación sexual es fundamental para comprender los desafíos en igualdad de género y bienestar, así lo demuestra la encuesta realizada por el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género, en 2023, en la que un 56,6% de las personas se encuentran a favor de la creación de una ley de educación sexual integral. La escena artística lo manifiesta con “Adolescencia”, serie creada por Jack Thorne y Stephen Graham, la que promueve una reflexión sobre el movimiento incel (celibato involuntario) y su origen en estructuras patriarcales que perpetúan vínculos afectivos carentes de buen trato.

La serie visibiliza cómo estas representaciones nutren espacios virtuales como la manosfera, donde proliferan discursos misóginos y concepciones distorsionadas sobre vínculos y prácticas sexuales. Es en estos entornos digitales donde se busca información sobre afectividad y sexualidad, encontrando en cambio narrativas que refuerzan estereotipos dañinos. En lugar de generar educación integral basada en el respeto y la ciencia, se perpetúan masculinidades que refuerzan desigualdades, afectan la salud mental y fomentan el aislamiento emocional, escenario que retrata la encuesta de Percepciones de las Mujeres sobre sus condiciones de Vida y el País, en la que un 90% de ellas considera que existe un alto nivel de discriminación hacia ellas.

Construir una masculinidad positiva —basada en la ternura, el respeto y la responsabilidad afectiva— requiere acceso garantizado a una educación sexual de calidad, sobre todo cuando la Encuesta Nacional de Salud, Sexualidad y Género, en 2024, indica que el 44,7% evalúa que la educación sexual recibida en su colegio fue mala o muy mala. Según la UNESCO (2018) un currículo de educación sexual debe abordar contenidos, como relaciones interpersonales, valores, derechos, cultura, género y habilidades para el bienestar. Junto con transmitir conocimientos, debe fomentar actitudes y habilidades para tomar decisiones informadas. La educación sexual no es solo anatomía y reproducción; es clave para desmontar estereotipos, prevenir violencias y alcanzar, como dice la Asociación Mundial para la Salud Sexual, en su declaración en 2024, un estado de bienestar físico, emocional, mental y social relacionado con la sexualidad.

El desafío es generar entornos seguros —familiares, escolares y sociales— que permitan debatir sobre los beneficios de la educación sexual. Chile sigue teniendo una deuda en este ámbito. A pesar de avances discursivos, aún no existe una política pública robusta que asegure formación en sexualidad y afectividad para todos los grupos etarios. La Ley 20.418 exige educación sexual solo en enseñanza media, dejando sin formación al resto de la población. Esta limitación ignora que la sexualidad se construye durante toda la vida y que el acceso a información de calidad no debe depender de la edad ni es exclusiva del contexto educativo.

Se han presentado dos iniciativas legislativas para mejorar esta ley: una en 2019 (rechazada) y otra en 2021 (sin avances). Entonces, cabe preguntarse: ¿hasta cuándo postergaremos una educación sexual integral? ¿Esperaremos otra serie para concientizarnos? Ignorando la urgencia de este tema conlleva la negación de un derecho: la educación sexual. Ha llegado el momento de dejar de reaccionar y comenzar a actuar.

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