Por Felipe Mendoza Aravena, Docente de la carrera Servicio Social
IP Santo Tomás – sede Rancagua
Durante dos días y tras nueve sesiones, se llevó a cabo la elección de la nueva presidencia de la convención constitucional. Finalmente, la elegida para suceder en el cargo a la ahora ex presidenta Elisa Loncón fue la convencional María Elisa Quinteros, quien forma parte de la organización independiente de partidos políticos Asamblea Popular por la Dignidad. A buena hora entonces la elección de la nueva presidenta, quien tendrá que enfrentar, en conjunto con la nueva directiva, un desafío no menor al de la directiva anterior – que fue preparar las reglas del juego y puesta en marcha para la formulación de la nueva carta fundamental – y es comenzar a trabajar en los artículos de la constitución, o sea, comenzar a trabajar en el “detalle” de la nueva carta magna.
Esto hace suponer un extenso debate durante las sesiones entre convencionales, puesto que en esta última elección ha quedado demostrado que, si bien hay una gran mayoría de convencionales que pueden identificarse como independientes o de bloques políticos de izquierda o centro izquierda, en ningún caso pareciera que existe unanimidad entre estos: ¡fueron nueve sesiones para para elegir a la nueva mesa!
En sí mismo, esto no es algo que deba verse como negativo, pues obliga a todas y todos, las y los convencionales, sin importar color político, a dialogar y a consensuar. He aquí entonces, tal vez el más importante de los desafíos de la nueva mesa directiva encabezada por María Elisa Quinteros: generar diálogo constructivo y consenso, sobre todo considerando que sólo quedan seis meses para la entrega de la propuesta. Esto, además, va en sintonía de lo que demanda la ciudadanía, que ya está cansada de la “pelea chica” y de los ataques personales entre autoridades, cuestiones que al final del día no construyen nada positivo. El perfil de la nueva presidenta pareciera responder a este requerimiento; esperemos que tanto la mesa que ella encabezará de ahora en adelante, y las y los convencionales estén a la altura del desafío que la ciudadanía puso en sus manos: escribir la mejor constitución para Chile y su gente durante los próximos 40 ó 50 años.