Traslado de recién nacidos con apenas horas de existencia y hasta detenciones imprevistas para apoyar graves accidentes de carretera, forman parte de la labor de quienes están al mando de estos vehículos.
Coquimbo, 27 de Agosto de 2025.- Manuel Leiva llegó al Hospital de Coquimbo en plena pandemia por Covid-19. Llevaba un tiempo manejando vehículos asistenciales y, cuando se abrió una oportunidad en el recinto, no dudó en sumarse. Si bien en un inicio sus tareas estarían más enfocadas en lo operativo, como el traslado de muestras, en tan solo una semana esa situación cambió drásticamente, ya que producto de la contingencia debió asumir el rol de conductor de ambulancias.
“Cuando me preguntaron dije que sí altiro, y ya llevo 4 años y medio en esto. Nunca me dio Covid-19, a pesar de trasladar pacientes a todos lados, pero a mi familia le asustaba que trabajara en esto. Bueno, aún les da temor la verdad, sobre todo a mi madre, que se asusta porque ve muchas cosas y todo es extraño para ella, más aún cuando salgo fuera de la región. Yo nunca me he sentido en riesgo la verdad, siempre voy pensando que con cualquier maniobra no me pongo solo en riesgo yo, sino que arriba llevo al menos 4 o 5 personas a mi cargo”, comenta Manuel.
Melanie Flores también es conductora de ambulancias en el Hospital de Coquimbo, una de las tres mujeres que componen el equipo de 12 profesionales del área. Ella tiene 33 años y, aunque en su caso la familia está muy contenta, son los desconocidos los que aún se muestran extrañados con su labor. “Cuando ven que voy a conducir, al ser mujer y tan joven, se sorprenden. La verdad es que siempre me llamaron la atención los vehículos grandes y me gusta que no es algo rutinario, sino que todos los días es algo diferente. Puede ser una visita domiciliaria o un traslado fuera de la región, con la ambulancia no hay rutina”, señala.
Y es que hay situaciones que no se pueden programar, momentos en los que cada segundo cuenta y la experiencia marca la diferencia, algo que quedó demostrado cuando tuvo que realizar el traslado inesperado de una paciente en trabajo de parto, enfrentando condiciones que exigían calma y concentración. “Me tocó una urgencia con una señora embarazada, el bebé era prematuro y ella iba con contracciones. En esos casos hay que mantener la calma porque no solo llevo mi vida a bordo, sino que también la de las matronas, la TENS, la paciente y también la de su bebé, entonces fuimos con harto cuidado para avanzar lo más posible y así llegar pronto y sin complicaciones”, agrega.
Emociones que perduran
Manuel detalla que no acostumbra a aprenderse el nombre de todos los pacientes que traslada, ya que suele ubicarlos por la dirección. Sin embargo, hubo una historia que inevitablemente cambió esta rutina. “Hay un paciente que siempre recuerdo porque fue uno de mis primeros viajes extrarregionales. Lo fuimos a buscar a su primera quimioterapia en Santiago y me tocó trasladarlo durante dos años de tratamiento, hasta que fui a buscarlo a su casa para el último viaje con nosotros en la ambulancia. Fue desde el inicio hasta el fin del tratamiento por una enfermedad que lamentablemente no logró sortear, que era un cáncer. Durante ese tiempo conocimos a sus papás y hermanos, los vimos tantas veces que nos saludaban gratamente, estaban muy agradecidos de nosotros. Hay gente muy amable, ya que a pesar de que nos vemos una o dos veces en el mes, a veces se da a tan a largo plazo el traslado que son prácticamente conocidos. Me ha tocado trasladar a pacientes de apenas 1 hora de vida hasta algunos que tienen 104 años, viajes a Concepción, a Antofagasta, entre otros, he pasado de todo”, afirma.
Melanie tampoco imaginaba que esta labor implicaba establecer una cercanía con los pacientes, pero siempre procura que se sientan tranquilos durante sus traslados a otras regiones. “No pensé que era como contacto directo, creía que era solo manejar la ambulancia, pero la verdad es que uno se involucra harto. Me preocupo cuando vamos a viajar de ir preguntándoles cómo están, ver que van bien, asegurarme que vayan cómodos, si está bien puesta la almohada, entre otros detalles”, apunta.
Accidentes en carretera: “nadie está ajeno a solicitar la ayuda de una ambulancia”
Solo en el mes de julio, el equipo de conductores de ambulancias del Hospital de Coquimbo realizó 775 traslados: 439 de pacientes y 336 de tipo logístico. Cada uno de ellos implica una gran organización y un profundo sentido de responsabilidad, ya que deben tomar en cuenta las condiciones de salud del paciente y las particularidades de cada recorrido. Y aunque su labor no siempre está vinculada a emergencias, si durante un viaje presencian algún siniestro en carretera, por ley deben prestar ayuda, algo que suele ocurrir especialmente en estas fechas.
“Nadie está ajeno a necesitar una ambulancia. Nosotros no podemos pasar de largo, tenemos que parar y a veces somos la primera instancia de ayuda. Me ha pasado varias veces que nos detenemos por accidentes en carretera que han tenido un desenlace positivo y otros en los que ya no pudimos hacer nada. Como normalmente trasladamos pacientes estables, podemos parar y preguntar si necesitan apoyo. A veces solo protegemos el área prendiendo las luces para alertar a los conductores hasta que llegue personal de Bomberos o Carabineros, y ahí podemos retomar nuestra ruta. Esa es una de las cosas que más me gusta de este trabajo, aunque sea un poquito, ayudo mínimamente a alguien. Puedo llevar a un bebé para que nazca con las condiciones que correspondan o detenerme por un accidente, todo eso lo hago pensando que es un pequeño aporte”, reflexiona Manuel.
Cada 28 de agosto se conmemora en todo el país el Día del Conductor de Vehículos Asistenciales, una fecha que busca reconocer la silenciosa labor que desarrollan estos profesionales que, no solo manejan ambulancias, sino que gracias a su esfuerzo y dedicación diaria, se han convertido en un pilar fundamental de la labor hospitalaria.