Columna: ¿Qué pasa con los niños en un desalojo?

Por Andrea Mira
Académica de la Escuela de Terapia Ocupacional
Universidad Andrés Bello

Cuando vemos noticias relacionadas con desalojos de tomas de terrenos y condiciones de vida marcadas por la vulnerabilidad y la adversidad, cuesta dimensionar el impacto que esto puede provocar en niños y niñas que, sin entender del todo lo que ocurre, ven destruido su hogar, ya que muchos pueden haber nacido en dichos lugares. Su calidad de vida se ve afectada al tener que enfrentar adversidades y traumas tempranos, lo que puede generar profundas consecuencias en el desarrollo cerebral y en la salud mental.

El cerebro de un niño en desarrollo es extremadamente susceptible al estrés tóxico, que es una forma de estrés perjudicial que puede tener consecuencias a largo plazo en la salud física y mental, especialmente cuando el menor no cuenta con un entorno de apoyo que le ayude a afrontarlo.

Experiencias como el abuso, la negligencia, la exposición a contextos con altos niveles de violencia, el desplazamiento forzado o la pobreza extrema pueden alterar la arquitectura cerebral, afectando áreas cruciales para la regulación emocional, el aprendizaje y la memoria. El trauma temprano no solo deja cicatrices emocionales y físicas, sino que también modifica la forma en que el cerebro se conecta y funciona.

Las secuelas de la adversidad temprana, como podría ser el despojo de sus cosas en el caso de un desalojo, pueden manifestarse de diversas formas a lo largo de la vida. Los niños que han sufrido traumas tienen un mayor riesgo de desarrollar problemas de aprendizaje, dificultades para interactuar con otros, trastornos de ansiedad y depresión. Además, el estrés crónico puede debilitar el sistema inmunológico y aumentar la vulnerabilidad a enfermedades físicas. Estos niños no solo enfrentan las consecuencias emocionales del trauma, sino que también luchan con desafíos en su salud física y en su capacidad para alcanzar su máximo potencial de desarrollo.

Cuando vemos que familias son desplazadas o reubicadas, debemos comprender que esto tendrá un impacto significativo en sus hijos e hijas, debido a los altos niveles de estrés e incertidumbre que esta situación genera. Proteger a la infancia es una responsabilidad compartida de los distintos sectores de la sociedad y deben unirse para crear entornos seguros, estables y de apoyo para todos los niños y niñas.

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